—Pim, los arquetipos no existen, sólo existe el cuerpo. Dentro de la pancita todo es lindo, porque allí crecen los nenes, allí se introduce, feliz, tu pajarito, y allí se junta el alimento rico y bueno, por eso son lindas e importantes la caverna, la sima, el pasadizo, el subterráneo, incluso el laberinto, que está hecho como nuestros buenos y benditos intestinos, y cuando alguien debe inventar que algo es algo importante dice que salió de ahí, porque también tú saliste de ahí el día de tu nacimiento, y la fertilidad está siempre en un agujero, donde primero se macera algo y después, sorpresa, un chinito, un dátil, un baobab. Pero arriba es mejor que abajo, porque si te pones cabeza abajo se te sube la sangre a la cabeza, porque los pies huelen mal pero el cabello no tanto, porque es mejor subirse a un árbol para tomar los frutos que acabar bajo tierra engordando gusanos, porque es raro que te hagas daño pegándote arriba (tendrías que estar en un desván) y en cambio sueles hacértelo hacia abajo, al caer, y por eso lo alto es angélico y lo bajo diabólico. Pero así como es cierto lo que acabo de decirte sobre mi pancita, es igualmente cierto, en un sentido, que es bonito lo bajo y lo interior, así como en otro lo es lo alto y lo exterior, y aquí no cuentan el espíritu de Mercurio y la contradicción universal. El fuego te calienta y el frío te provoca una pulmonía, sobre todo si eres un sabio de hace cuatro mil años, de manera que el fuego tiene virtudes misteriosas, porque también te sirve para cocinar un pollo. Pero el frío conserva ese mismo pollo, y el fuego, si lo tocas, te hace salir una ampolla así de grande, de manera que, si piensas en algo que se conserva desde hace milenios, como la sabiduría, tienes que situarla en una montaña, en lo alto (que ya sabemos que es bueno), pero dentro de una caverna (que también es buena) y en el frío eterno de las nieves tibetanas (que es buenísimo). Y si te intriga el hecho de que la sabiduría venga de Oriente y no de los Alpes suizos, has de saber que es porque el cuerpo de tus antepasados, cada mañana, cuando se despertaba aún en la oscuridad, miraba al este esperando que saliese el sol y no lloviese, vaya país.
[…]

»El sol es bueno porque sienta bien al cuerpo, y porque tiene la buena costumbre de volver a aparecer cada día, por tanto es bueno todo lo que vuelve, y no lo que pasa y se marcha y si te he visto ni me acuerdo. La manera más cómoda de regresar por donde ya se ha pasado, sin recorrer dos veces el mismo camino, consiste en moverse en círculo. Y como el único animal que se aovilla en círculo es la serpiente, por eso hay tantos cultos y mitos de la serpiente, porque es difícil representar el regreso del sol con un hipopótamo enrollado. Además, si tienes que realizar una ceremonia para invocar el sol, te conviene moverte en círculo, porque si te mueves en línea recta te alejas de casa y la ceremonia tendría que ser muy breve, sin contar que el círculo es la estructura más cómoda para un rito, y lo saben hasta los malabaristas que actúan en las playas porque en círculo todos ven al que está en el centro, mientras que, si toda una tribu se pusiese en línea recta como una hilera de soldados, los de más lejos no verían, y por eso el círculo y el movimiento rotatorio y el regreso cíclico son fundamentales en todo culto y en todo rito.
[…]
»Y ahora pasemos a los números mágicos que tanto les gustan a tus autores. Uno eres tú que no eres dos, una es la cosita que traes ahí, y una la que yo tengo aquí, una es la nariz y uno el corazón, de modo que ya ves cuántas cosas importantes son uno. Y dos son los ojos, las orejas, los agujeros de la nariz, mis senos y tus bolas, las piernas, los brazos, las nalgas. Tres es más mágico que todos porque nuestro cuerpo lo ignora, no tenemos nada que sea tres cosas, y debería ser un número misteriosísimo, que atribuimos a Dios, dondequiera que vivamos. Pero si te paras a pensar, yo tengo una sola cosita y tú tienes otra sola cosita […], y si ponemos esas dos cositas juntas sale una nueva cosita y ya somos tres. Pero entonces, ¿se necesita un profesor universitario para descubrir que todos los pueblos tienen estructuras ternarias, trinidades y cosas por el estilo? Mira que las religiones no se hacían con computadora, eran todos gente bien, que cogía como se debe, y todas las estructuras trinitarias no son un misterio, son el relato de lo que haces tú, de lo que hacían ellos. Pero dos brazos y dos piernas dan cuatro, y así resulta que también cuatro es un número bonito, sobre todo si piensas que los animales tienen cuatro patas y que a cuatro patas se mueven los niños pequeños, como sabía la Esfinge. Del cinco ni qué hablar, son los dedos de la mano, y con dos manos tienes ese otro número sagrado que es el diez, y por fuerza han de ser diez los mandamientos, porque, si fuesen doce, cuando el cura dice uno, dos, tres y muestra los dedos, al llegar a los dos últimos tendría que pedirle prestada la mano al sacristán. Ahora toma el cuerpo y cuenta todo lo que sobresale del tronco, con brazos, piernas, cabeza y pene, son seis, pero en el caso de la mujer son siete, por eso creo que tus autores nunca se han tomado en serio el seis, salvo como el doble del tres, porque sólo funciona para los machos, que no tienen ningún siete, y cuando ellos mandan prefieren verlo como un número sagrado, olvidando que también mis tetas sobresalen, pero paciencia. Ocho; Dios mío, no tenemos ningún ocho… no, espera, si el brazo y la pierna no cuentan como uno sino como dos, porque ahí están el codo y la rodilla, tenemos ocho huesos grandes que se bambolean desde el tronco, y si les sumas éste último tienes el nueve, que con la cabeza da diez. Aunque sin alejarte del cuerpo puedes obtener todos los números que quieras, piensa en los agujeros.
—¿En los agujeros?
—Sí, ¿cuántos agujeros tiene tu cuerpo?
—Pues… —me contaba—. Ojos narices orejas boca culo, suman ocho.

—¿Ves? Razón de más para que el ocho sea un número bonito. ¡Pero yo tengo nueve! Y con el noveno te traigo al mundo, ¡por eso el nueve es más divino que el ocho! ¿Quieres que te explique otras figuras que se reiteran? ¿Quieres la anatomía de esos menhires que tus autores no se cansan de nombrar? Estamos de pie durante el día y reposamos de noche; también tu cosita, no, no me digas lo que hace de noche, el hecho es que trabaja erguida y descansa acostada. De modo que la postura vertical es vida, y está en relación con el sol, y los obeliscos se yerguen hacia arriba como los árboles, mientras que la postura horizontal y la noche son sueño y luego muerte, y todos adoran menhires, pirámides, columnas, mientras que nadie adora balcones y balaustradas. ¿Has oído hablar alguna vez de un culto arcaico del barandal sagrado? ¿Ves? Además, tampoco el cuerpo te lo permite, si adoras una piedra vertical, aunque sean muchos podrán verla todos, pero si adoras algo horizontal sólo lo ven los que están en primera fila; y los demás, que empujen mientras gritan «yo también, yo también», y no es un espectáculo muy apropiado para una ceremonia mágica…
—Pero los ríos…
—Los ríos, no se los adora porque sean horizontales, sino porque tienen agua, y no querrás que te explique la relación entre el agua y el cuerpo… En resumidas cuentas, estamos hechos así, con este cuerpo, todos, y por eso producimos los mismos símbolos a millones de kilómetros de distancia y necesariamente todo se parece, y ahora piensa que a las personas con algo en la cabeza el horno del alquimista, todo cerrado y caliente por dentro, les recuerda la panza de la mamá que fabrica los nenes, sólo tus diabólicos ven a la Virgen que va a parir al niño y piensan que es una alusión al horno del alquimista. Así se han pasado miles de años buscando un mensaje, y todo estaba ahí, bastaba con que se miraran en el espejo.~
(Umberto Eco, El péndulo de Foucault, Lumen, 1989.)